Comentario
Capítulo XXXIV
Del motín que se levantó en Tomebamba por Mihi y otros capitanes de los orejones, y cómo lo sosegó Huayna Capac
Habiendo ordenado Huayna Capac en las provincias recién conquistadas lo dicho en el capítulo precedente, se dio en Tomebamba a placeres y regocijos con su gente, do estuvo algún tiempo, pero no por eso se olvidaba de proveer lo necesario a la guerra y conquista, y a socorrer la gente que había dejado alrededor de la fortaleza de Carangui, que era lo que al presente más cuidado le daba. En este tiempo, el Ynga tenía sumo odio con los orejones, que en el rencuentro de la fortaleza, cuando cayó, le habían dejado solo, que si de los enemigos fuera aquel día conocido, se acabara la guerra con su muerte a sus manos, a cuya causa les tenía la mala voluntad dicha y mostrábaselo con no hacer el caudal que dellos solía en sus fiestas y banquetes, ni teniendo cuidado que las raciones ordinarias se les diesen como de antes, porque se les daba de diez a diez días y después de mes a mes, de suerte que mediante esto los orejones vinieron a grande necesidad y miseria, y todos los regocijos y fiestas del Huayna Capac eran con los yanayacos del Cuzco, que son los de Sacsa Huana, y de éstos mostraba grandísima voluntad y amor, y a éstos hacía grandes favores y regalos, prefiriéndolos en todo, y les decía que a ellos tenía por hermanos y compañeros, y en su prosperidad habían de ser mejorados en todos los despojos de la guerra, y que ellos le habían dado la vida y a ellos se la debía, pues le habían con tanto peligro y muertes librádole de las manos y poder de sus enemigos.
Vistas todas estas cosas por los orejones y creciendo cada día más su necesidad de comidas y de lo que habían menester, se juntaron en su cabildo los capitanes Mihi Huayca Mata y Ancascalla, y juntos con todos los orejones de más valor y prendas, Mihi, su general, se levantó y les dijo: no hay ninguno de vosotros, hermanos míos, que no sepa y entienda el poco caso y caudal que Huayna Capac, nuestro señor e Ynga hace de todos nosotros y el menosprecio y poca voluntad que cada día nos va mostrando, y a todos son notorias las necesidades que todos padecemos, sin que ya nos reste otro remedio sino el que yo he imaginado y es el que a todos en general y en particular nos está bien. Y para ello querría que todos unánimes y concordes me favoreciéredes con todas vuestras fuerzas y así tengo determinado que nos volviésemos al Cuzco, nuestro natural, de donde salimos y tenemos nuestras chacras, mujeres e hijos y donde podremos pasar con el trabajo de nuestros brazos sin aguardar a que el Ynga nos dé el sustento necesario y nadie nos tendrá a mal esto, supuesto que forzados de la hambre lo hacemos y no por faltar en nosotros la debida obediencia a nuestro señor. Para mejor conseguir nuestro intento llevaremos con nosotros la figura del Sol, pues en su guarda y defensa venimos del Cuzco y esto todo se ha de hacer mañana al salir del sol, y para ello estemos todos apunto con nuestras armas, hato, y lo que más fuere menester para nuestro camino, en la plaza Huachao Huaire Pampa, y juntos entraré yo en Curicancha y sacaré la figura del Sol conmigo y con los capitanes y con ella empezaremos luego nuestro viaje y lo proseguiremos al Cuzco. Oídas de los capitanes y demás orejones estas razones, todos de común consentimiento las aprobaron y confirmaron, y a su General le rindieron las gracias del buen acuerdo que había tomado en su negocio, y quedaron conformes que aunque les costase las vidas ninguno discrepase de aquel parecer y que al tiempo que saliese el sol se juntasen para poner por obra su determinación.
Apenas se había mostrado al oriente el sol, cuando todo el ejército de los orejones estaba junto y puesto a punto en el lugar señalado el día antes, y a este tiempo vino a noticia de Huayna Capac lo que tenían tratado en su partida, y admirado dello envió a decirles qué novedad era aquélla y para qué se habían juntado tan de mañana, y todos los orejones le respondieron que después lo sabría. Oída esta respuesta por Huayna Capac, les tornó a decir que le dijesen a qué guerra querían ir, pues en orden della habían salido a la Pampa, y el General Mihi hizo detener el mensajero y visto por Huayna Capac y que no volvió, acordó de enviar otro principal, al cual juntos los capitanes le respondieron: ya tenemos a nuestro señor harto con nuestros enojos y disgustos, y queremos volvernos a nuestras casas y tierras, porque la hambre y la necesidad nos constriñe a ello. Y diciendo estas palabras Mihi y otros orejones de los más principales y valientes, se entraron en la casa del Sol y Mihi se abrazó de la figura del Sol y lo sacó fuera, y viendo esto los orejones, que estaban aparejados, se holgaron mucho, y en esto llegó Huayna Capac, y con muestras de enojo le dijo a Mihi: ¿qué novedad es ésta?, a lo cual respondió Mihi: basta, Señor; los enojos y disgustos que os hemos dado ya es razón, pues aquí no somos de provecho, nos volvamos a nuestras tierras y queremos llevar con nosotros al Sol nuestro padre, y diciendo esto se salió, y el Ynga tras él. Sabido esto por la demás gente de Colla Suyo, recibieron gran contento, porque con esto les parecía volverían a sus tierras, y viendo Huayna Capac la instancia que hacía Mihi, le fue forzoso dejarle, y así el Mihi comenzó a caminar por la Pampa, con la figura del Sol hacia do estaba la gente del ejército de los orejones.
Viendo esto Huayna Capac, y que los orejones tenían razón de amotinarse, pues forzados de hambre lo hacían, y que si quería por fuerza impedirles el viaje sería negocio dificultoso, y según su resolución sucederían muertes y escándalos, acordó, como prudente, llevarlos por medios suaves y mandó que la imagen de su madre saliese al camino a estorbárselo y juntamente todas las huacas que allí en Tomebamba había, y así salieron en hombros de los indios más principales del Consejo de Huayna Capac, y una india cañar muy principal iba diciendo a Mihi: ¡dónde vais, hijo, desa manera! esperad sólo el día de hoy y llevaréis ojotas para el camino, y de los vestidos que yo tengo tejidos e iréis poco a poco. Oyendo estas razones Mihi y los demás capitanes, condescendiendo a sus ruegos se volvió con la figura del sol a Mullucancha y allí, en nombre de la figura de Mama Ocllo, con grandes importunaciones, le empezaron a rogar no se fuese, no obstante que la demás gente que estaba fuera de los orejones aparejados para caminar le daban prisa que saliere y empezase su camino, pero allí le entretuvieron hasta que fue casi medio día.
Entonces entró Huayna Capac en Mullucancha, donde estaba Mihi, que aún no había salido de allí, y le habló con palabras de amor, de suerte, que aquel día quedaron allí harto contra la voluntad de los orejones, y aquella noche mandó Huayna Capac que en la plaza se pusiese grandísima cantidad de maíz, ganado, comida, ropa de cumbi, hahusca, algodón y otros mil géneros de cosas, y al amanecer mandó pregonar públicamente que solos los orejones de su ejército llevasen aquello, quien más pudiese llevase más a su casa, porque para ellos solos se había mandado poner en la plaza todo aquello. Oyendo este pregón los orejones, cada cual a porfía, empezó con mucha prisa a recoger de los vestidos y comida, olvidados de su partida con el regalo y abundancia presente, y cargados de todo lo que pudieron llevar se fueron a sus casas. Entonces Huayna Capac, al General Mihi, le dio por mujer una india principal, y a los demás capitanes, y los honró y favoreció mucho y enriqueció con dádivas, y mediante éstas, que quebrantan las penas, los sosegó y apaciguó, y de allí adelante mostrándoles buen rostro y afabilidad en todo como de antes se quedaron por entonces en Tomebamba, sin pensamiento de volverse al Cuzco, como lo habían tratado. Tanto pueden los medios suaves tratados con moderación y prudencia que facilitan y acaban las cosas, al parecer de los hombres, imposibles, en todo lo cual se hubo Huayna Capac como príncipe sabio y prudente.